lunes, 25 de abril de 2022

El Padre General del Cister en el Monasterio de Viaceli, Cóbreces


"El Padre Gabriel Sortais, General del Cister, en el Monasterio de Viaceli, Cóbreces

Las horas del mundo de las grandes locuras traen también las de las grandes corduras
Hay un fuerte movimiento hacia el Catolicismo y la vida contemplativa en Japón y Estados Unidos

La pérdida de la guerra última trajo la detección en la teocracia sintoísta y en el budismo
Un reportaje de PERTINAX

Mucho y muy bien se ha escrito sobre el Cister y los cistercienses. Pueril empeño el nuestro en escribir algo más en estas cuartillas que, diariamente, acuciados por la prisa que apremia, lanzamos al viento de la publicidad. Han de volar un tiempo efímero. Por eso nos resistimos a intentar nada serio. Pero… ¡menudas ganas que nos quedas dentro! Porque en nuestra visita del domingo al Monasterio Cisterciense de Viaceli . Cóbreces, hemos visto, hemos vivido, algo muy serio. Algo que sobrepasa en importancia y categoría a todo lo que la banal ligereza periodística toca de continuo. Nuestro propósito se nos antoja difícil. No vamos a entristecerte con nuestras líneas. Porque el espíritu nos rebosa confianza y alegría. Vayamos a los elementos humanos y externos, y nada más.

CUARENTA Y DOS KILÓMETROS, Y UNA DISTANCIA ASTRONÓMICA

Solamente separan Santander de Cóbreces cuarenta y dos kilómetros. Dicen que las distancias no se miden ahora por kilómetros, sino por las horas que se tardan en recorrer. De esta forma, tenemos Santander mucho más lejos de Teruel que de la república de Cuba. Efectivamente. Es un criterio. Pero también lo es que las distancias, las morales y aún las físicas, no se miden ni por los kilómetros ni por las horas, sino por la diferencia de ambientes.

Si a alguien le apasiona si Oriente Lejano, la India misteriosa, o la Indochina arriera e implacable, es solamente por la diferencia de ambiente que se observan  y respiran. El valor actual de un escritor –léase periodista- lo da el contraste de los ambientes que copia. Ambientes que deben contrastar con los que diariamente viven el periodista y sus lectores. Pues bien, en este orden, yo acabo de hacer, la mañana del domingo, un viaje muy lejano.

Esta distancia astronómica, la cubrimos, el domingo, mi Director, mi inseparable gemelo reporteril, armado del “flash”, y el que esto escribe. A ellos, les era muy familiar el ambiente de Viaceli, de Cóbreces. A mí, no. Y por ello me ha herido mucho más el contraste.

“EL COCHE DE SAN JOSÉ”

Fue el vehículo que nos sirvió para salvar la infinita distancia.

Es el coche que San José puso a disposición, como atento regalo del Padre Abad de Viaceli. M.R. Dom María Luis Yagüe. Lo conduce el cisterciense Padre José Cid.

Insensiblemente, a bordo del “coche de San José”, se han transformado las conversaciones. Tal cual alusión a la destreza del conductor incipiente, que sortea con prudente seguridad los vericuetos y encrucijadas del camino. Pero, nada más, ¡Cóbreces, a la vista! Con la visión de sus tres agujas disparadas  desde las torres al cielo parecemos haber pasado el Jordán purificador.

Dejamos a un lado la campiña y vegas montañesas que reflejan los afanes de la vida material y da los sentidos para pasar al Monasterio, este cenobio de traza airosa y moderna, que encarna la inalterabilidad del espíritu de sus moradores. Perfecta impasividad ante el rugir de las humanas impaciencias.

LA MISA CONVENTUAL CISTERCIENSE

Ya estamos sumidos en el silencio del Cister. En su expresión más profunda, porque al silencio humano le acompaña el suave y característico contrapunto del hablar de los monjes con Dios, Están en la misa conventual del Cister. Vestimentas blancas y pardas abiertas en el severo abanico del coro bajo el dosel adusto de sus bóvedas, apenas se mueven, como secretamente impulsadas por la marcha de la Santa Misa en el altar mayor. Habíamos oído misa rezada en Santander. Pero… ¡dichoso espectáculo el de la conventual del Cister!...

Los compases del canto llano, interpretado al modo de los códices belgas, sonaban como murmullo suavísimo, firme y preciso; confesión de fe, pero suave y rumorosa como el latir de una fuente.

Perdón, por la presentación de mi recuerdo. Yo oí, de muy joven, la grandiosa leyenda wagneriana de “Parsifut”. Mi ánimo tenía en la misa conventual de la Trapa idénticas reacciones. Salvemos los humanos elementos de la paganía que mezcla la ópera. Pero los monjes cistercienses, cantando en gregoriano, se me antojaban los caballeros de Monsalvat, el castillo amurallado del Pirineo español, custodios, al lado de su rey, del Santo Grial. La importante riqueza orquestal de la ópera la supera el ambiente.

El ceremonial, hondo, impresionante, severo, acabó por ganarnos definitivamente. Y nos prestaba la coyuntura de abstraernos de nuestra verdadera personalidad y nuestra miserable vida, ¡Habíamos salvado la distancia astronómica entre Santander y Cóbreces!... cuarenta y dos kilómetros, que valen por cuarenta y dos millones de leguas.

EL SILENCIO DEL CISTER DELEITA Y CONVENCE

Nos da vergüenza usar la frase, pero la piden las circunstancias. ¿Cuántos millones de veces se habrá dicho que el silencio es elocuente? Vamos a repetirlo una más. Pero digamos las causas del convencimiento. El silencio del Cister es elocuente porque deleita y convence. ¿No es elocuencia, al modo de la clásica definición el arte de convencer y deleitar? Pues el silencio de Viaceli convence y deleita. Convence a los moradores que con él se abrazan para siempre; convence y enamora a quienes tratan de abrazarse con él; y también convence a los extraños por ajenos y reacios que lleguen a conocerlo. Y al convencer, agrada y deleita porque en la fraticida extática de este silencio encuentran su más alta compensación quienes a él se dedicaron por entero o los que gustan gozar de él en unas fugaces horas de los humanos afines. Sé que muchos caballeros Amigos del Cister lloran efectivamente cuando tras la última “Salve” de la tarde tienen que abandonar los encantos de aquel silencio. Convence y deleita… luego es elocuente por derecho propio el silencio de los hijos de San Bernardo.

EL PADRE GENERAL DEL CISTER

Dom Gabriel Sortais fue, un día, apuesto joven parisino que brilló en sus estudios de arquitecto en la Escuela Superior de París. Parisino de nacimiento, iba a coronar su brillante ciclo de formación titular, cuando fue conquistado por la vida activa y contemplativa de los cistercienses y por el silencio de sus cenobios. Hoy es el Abad Mitrado, reverendísimo Padre Dom Gabriel Sortais. General de la Orden Cisterciense en el mundo entero. Viene en viaje de visita a todos los Monasterios y está en Viaceli. Acaba de recorrer los Monasterios del Japón y los de Estados Unidos.

El propósito periodístico se nos antojaba en principio como un sacrilegio, ¿Hacer hablar a un trapense?... Pero las primeras palabras de la conversación han alejado los temores y timideces, irradia una elevación sobrenatural su persona y fluyen sus palabras precisas, insinuantes. Precisión y nada más.

Nos habla del movimiento hacia el catolicismo en el Japón. Es pujante y arrollador en los últimos años. ¿Cifras?... allá van.

-Antes de la guerra última había en Japón 120.000 católicos. Por efecto de la misma, murieron veinte mil. Solamente en Nagasaki, en 1945, cuando la bomba atómica, perecieron ocho mil católicos. De cien mil católicos japoneses al final de las hostilidades, en octubre de 1952, había aumentado el censo de los católicos a 170.000. Es decir, que en siete años han subido los católicos en la consoladora proporción de 70.000. Esto nos expresa en números el renacer del catolicismo japonés de la postguerra con toda su fuerza.

LAS GRANDES LOCURAS Y LAS GRANDES CORDURAS

¿Procedencia de ese aumento de católicos?

-La mayor parte nuevas conversiones. Se han producido en ritmo de verdadera sorpresa. También contribuye, aunque en pequeña escala, la proliferación natural de las familias católicas. Pero la fuente principal son las conversiones de la gente adulta que busca la Verdad.

-¿Causas?

-Pues el tremendo vacío que ha dejado el pueblo japonés la derrota de la guerra última. El Emperador, majestad divina y descendiente de los dioses, en la creencia sintoista, ante el acontecimiento definitivo de la derrota bélica proclamó públicamente, por radios y periódicos, que él no era Dios. Porque, si lo hubiese sido, no habría perdido la guerra.

Esto ha creado una confusión y vacío muy grandes de la masa japonesa respecto al Sintoismo y Budismo. Y se produce el movimiento consolador hacia la verdad católica.

Sigue el Padre Abad General enumerando otras circunstancias, y nos dice:

-La nueva Constitución que Norteamérica impuso y Japón aceptó deroga la ley de que ningún católico podría desempeñar cargos públicos. Aunque en la práctica había sido derogado el precepto en el caso del almirante Yamamoto y en otros escasísimos y menos significativos. Ahora ha desaparecido aquel impedimento para profesar el catolicismo todos los japoneses.

LAS LEYES NIPONAS Y SU CONCORDANCIA CON LA CONSTITUCIÓN

-Norteamérica pidió al Emperador, y éste lo ha puesto en práctica, que nombrase unos magistrados comisionados para poner de acuerdo la nueva Constitución japonesa con sus leyes tradicionales. Sobre todo en el punto fundamental de la libertad de la profesión religiosa. Y el actual Emperador ha nombrado para presidir esa Comisión codificadora y rectificadora,  a Tanaka, un insigne Jurista, católico práctico acendrado.

-¿Florece la vida monástica en el Japón?

-La de los Monasterios cistercienses, de manera extraordinaria. Lleva un ritmo parecido al de los progresos del Catolicismo. Al fin de la guerra había en Japón un solo monasterio de religiosas, con sesenta y cinco monjas. En octubre de 1952, existían tres, una de monjes, con cien religiosos, y dos de religiosas con doscientas siete monjas. En total 272 religiosos de ambos sexos.

EL CISTER ATRAE A LOS JAPONESES

-La observancia del Cister atrae profundamente a los japoneses. Tenemos casos en que los “bonzos”, o monjes “budistas”, ingresan en nuestra Orden. Y es que encuentran una analogía entre la austera severidad de su profesión de religiosos budistas y la nuestra.

Como expresión típica de este caso, le contaré que una joven budista japonesa pidió ser admitida en un monasterio nuestro, cercano a Tokio. La contestaron que era necesario se instruyese en las verdades de la Religión católica. Insistió varias veces pidiendo el ingreso en el Cister. Hasta cinco veces lo intentó. Una mañana, con el paisaje nevado, apareció la joven sintoísta a la puerta del Monasterio del Cister, asida al tirador y muerta. Se había suicidado, con el afán de entrar en la Orden y no comprendiendo la negativa.

EL “ORA ET LABORA” DE SAN BERNARDO, TRADUCIDO A LA EFICACIA YANQUI

También hay unos giros en la conversación para Norteamérica. Allí, también, hay un pujante renacer de la vida cisterciense. Al final de 1945, solamente tenían los Estados Unidos tres monasterios con ciento cincuenta religiosos. Actualmente cuentan con once y con casi mil profesos. Diez son de monjes y uno de monjas, solamente, en diez años se han fundado nueve cenobios. Y es que la médula de la vida contemplativa, bajo el tema de San Bernardo “ora et labora”, reza y trabaja” que preside la actividad y el alma del Cister, ha entrado muy profundamente en Norteamérica.

Cuando preguntamos al Padre General del Cister la razón, nos dice:

-En los tiempos de las grandes locuras, se producen también las grandes “corduras”.

Con la misma facilidad que salvamos la inmensa distancia del abismo que existe entre Santander y Cóbreces, regresamos de Cóbreces a Santander. ¡Tremendo contraste! Cuando llegamos a nuestra ciudad, al filo de las siete y media del domingo, las multitudes se apelotonan a la puerta de los cines y dentro de los bares… PERTINAX"

(Diario Montañés 04.05.1954)


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