Recuperar el valor de la voluntad
Hasta mediados del siglo
XX fue creencia general que la educación es, esencialmente, educación de la
voluntad. Esta tesis se fundamenta en Aristóteles, para quien el objeto natural
de la voluntad es el bien.
El filósofo Nicolás
Grimaldi ha sido fiel a la tradición aristotélica. Sostiene que la voluntad,
más que la razón, es lo propio del hombre; añade que lo más específico de la
voluntad constituye lo más específico del hombre: “Si queremos es porque
comprobamos en nuestras impaciencias y decepciones que no somos lo que tenemos
que ser. Experimentamos nuestro ser como el de una promesa que no es cumplida.
La voluntad atestigua la esencia originariamente desiderativa de nuestro ser, y
la falta de conciliación de la naturaleza con lo instantáneo”.
Sorprende la
desproporción entre la importancia dada tradicionalmente a la voluntad y su
casi olvido completo en la práctica educativa moderna. La noción de “voluntad”, que había
servido para explicar la conducta humana durante 2.000 años, se perdió, siendo
sustituida por la de “motivación”. Esto supuso pasar de “hacer algo bueno
aunque no se tengan ganas” a dejar de hacerlo si no se tienen esas ganas (si uno
no se siente motivado).
Desde entonces muchos
estudiantes son víctimas fáciles de las exageraciones actuales sobre la función
de la motivación en el aprendizaje. Se cuenta que un niño, habitualmente muy
responsable, asistió un día a una conferencia sobre motivación con este
mensaje: “es peligroso ponerse a estudiar si no apetece”. Cuando regresó a su
casa mantuvo el siguiente diálogo con su madre:
-Mamá, hoy no voy a
hacer los deberes escolares.
- Sería la primera
vez…¿Se puede saber por qué?
-Es muy sencillo: no
me siento motivado.
- Pues hoy vas a hacer los deberes desmotivado. Ya
verás lo que motiva cumplir con el propio deber”.
¿Cuáles son las
causas principales de ese olvido de la voluntad?
En mi opinión, dos.
La primera es la exaltación de la espontaneidad. La segunda es la receptividad
pasiva y acrítica ante las nuevas tecnologías de la información. Hay que añadir
que en la sociedad actual existe una aversión al esfuerzo que ya está
contagiando incluso a los niños pequeños. Hace poco tuve con uno de ellos el
siguiente diálogo:
-Oye guapo, ¿tú qué
quieres ser de mayor? (yo esperaba la respuesta típica y tópica: explorador,
marino, piloto de aviación, etc.)
-Lo tengo muy claro,
colega. Yo quiero ser jubilado, como el abuelo.
Jules Payot, en su
obra L´education de la volonté (1894) afirma que el error principal de los modernos
sistemas de educación es sacrificar la cultura de la voluntad a la cultura
intelectual. Añade que cuando los estudiantes llegan a la universidad carecen
de fuerza de voluntad para tomar las riendas de su propia formación.
En la misma línea,
Eugenio D´Ors sostiene que “no hay educación ni humanismo sin la exaltación del
esfuerzo, de la tensión en cada hora y en cada minuto”. Por eso propuso
“rehabilitar el valor del esfuerzo, del dolor, de la disciplina de la voluntad,
ligado no a aquello que place, sino a aquello que displace”.
En la década de los
años 60 el psicólogo americano Walter Mischel, ideó el llamado “test de la golosina”, con el propósito de
demostrar que el nivel de autocontrol de los impulsos de los niños podría ser
premonitorio del comportamiento en la edad adulta.
El test se basaba en
este experimento: 1-El investigador le dice al niño que, si quiere, puede comer
una golosina que está a su alcance, 2- El investigador sale del recinto tras
explicar al niño que si cuando regrese no ha comido la golosina recibirá otra
más (postergar la gratificación conllevaba recibir un premio).
En su libro del mismo título publicado en
2.015 en España, Mischel concluye que las personas con mayor autodominio de sus
impulsos son más capaces de conseguir sus objetivos, gestionar sus emociones y
ser resilientes (soportar mejor las frustraciones de la vida).
Para prevenir
posibles actitudes negativas es aconsejable presentar el esfuerzo como algo positivo. Por ejemplo:
lo natural es esforzarse; lo que vale es lo que cuesta; la vida es problema y
la lucha es la condición esencial del éxito; la mayor de las satisfacciones es
el descanso merecido.
La voluntad se forja
en la superación de dificultades. Pero no basta mejorar en fuerza de voluntad (la
tienen hasta los gansters eficaces); hay que progresar, además, en “voluntad
buena”, la que se basa en el ejercicio de las virtudes.
Gerardo Castillo
Ceballos.
Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad
de Navarra
(este artículo publicado simultáneamente en El Correo Español-El Pueblo Vasco y en El Diario Montañés, noviembre 2015 y que transcribimos a este blog por sugerencia del autor, al que agradecemos su colaboración).
Prof. Dr. Gerardo Castillo Ceballos es natural de Oreña