En 1726 el lugar de Oreña era el más importante en la Abadía con 26 vecinos que harían unos 150 habitantes.
Por orden de antigüedad:
Don Valentín Usamentiaga Jareda (1915-1991)
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| Retrato de D. Valentín Usamentiaga |
Su obra escrita: "OREÑA pueblo con mil años" (1966), "La leyenda de Cualventi" (1969) y "Apuntes históricos del pueblo de Oreña" (1973-1974).
Su biografía en:
Fray Mª Patricio Guerín Betts O.C.S.O. (1910-2002)
En Altamira nº 60 (2002) Necrológica del P. Fr. Patricio Guerín Betts (O.C.S.O.)
(Cisterciense) por D. José Mª del Val (O.F.M.)
Transcribo:
“La figura del P. Guerín, enfundada en su hábito monacal y su impermeable
largo negro se hizo familiar a partir de los años “50” y hasta los “70”, por
los húmedos caminos y carreteras de Cantabria, desplazándose en una sobria
bicicleta, con su cartera de cuero en ristre; bajo los rigores del sol o de la
lluvia hacia los archivos de Santillana o Santander, u otros parroquiales y
particulares, donde frecuentemente acopiaba abundantes notas y reseñas para sus
investigaciones; solo, así es posible comprender y abarcar su basta producción
editada y por publicar; más de medio centenar de trabajos entre libros,
artículos de revistas y colaboraciones. Perteneció a la Institución Cultural de
Cantabria desde su fundación”.
Selecciono de sus publicaciones
en la Revista Altamira : “Los Quirós de Cóbreces” (1958), Nuevas aclaraciones
acerca de los Quirós (1960) y “La iglesia de Cigüenza y los Tagle Bracho”
(1962).
En Altamira nº 60 (2002) Necrológica del P. Fr. Patricio Guerín Betts (O.C.S.O.) (Cisterciense) por D. José Mª del Val (O.F.M.)
Don David Ruiz Rabre, Pbtro. (1902-1985)
El archivo parroquial de Oreña, en los 54 años que estuvo Don David, es completo y ordenado. El libro de bautismos, el libro de matrimonios, el libro de finados y el libro de fábrica contienen todos los hechos acaecidos allí, certificados por Don David, son una garantía.
Su biografía en: Don David Ruiz Rabre
Su biografía en: Don David Ruiz Rabre
Don Mateo Escagedo Salmón, Pbtro. (1880-1934)
Con título honorífico de Abad de la Colegiata de Santa Juliana, que recibió del papa Pío XI en reconocimiento a su labor prestada.
La obra de las genealogías y linajes montañeses de don Mateo Escagedo, es la escritura de más autoridad y de mayor cumplimiento y certidumbre que en esta materia tenemos.
No se remonta nunca la antigüedad mayor de las que arrojan los documentos que maneja.
Transcribo:
"Domingo,
8 de septiembre de 1996/ EL DIARIO MONTAÑÉS
Retrato
Mateo
Escagedo Salmón
El
investigador genealogista infatigable
MANN
SIERRA
Párroco
de Caviedes, Cabuérniga y en Santillana del Mar, Mateo Escagedo
Salmón casi no tuvo tiempo más que para investigar el pasado. Todos
los lugares, todos los rincones, todos los sitios y momentos eran
buenos para ver de desempolvar un documento revelador que sirviera a
su propósito de sacar a la luz pública el origen de una estirpe,
una costumbre, una tradición .. Y a esa tarea se entrega en cuerpo y
alma. No en balde, decía Cossío, amigo personal de Escagedo,
huésped frecuente en la Casona de Tudanca, que “sacaba papeles de
debajo de las piedras y en Terán encontró bien provisto el archivo
de la familia del apellido Calderón, que le dio materia para más de
un libro”, al igual que ocurriera en la biblioteca de su anfitrión.
Mateo
Escagedo Salmón nació en Maliaño en 1880. Su vida inquieta de
sacerdote, tuvo especial celo en la búsqueda y estudio de los
archivos a que sus destinos parroquiales le iban acercado, de manera
muy concreta en la propia Santillana, pues, como dice uno de sus
biógrafos, Miguel de Asúa, “modesto de origen, según él decía,
pero conceptuadísimo de todos por su trabajo y buena fe, el padre
Escagedo ha sido en todo momento un sacerdote dignísimo, y ello se
prueba citando el caso de que monseñor Tedeschini, nuncio de S.S.,
estimara conveniente la petición que se le hiciera nombra al párroco
de Santillana del Mar “abad ad honorem” de la Colegiata de
Santillana, tratando de premiar con ello la inmensa labor que realizó
el señor Escagedo y que alguien se lo hizo conocer al nuncio,
inspirándose siempre en el amor al prójimo”.
“Conocí
al padre Escagedo en una de mis estancias en Comillas -comenta Asúa-
y me sorprendió -oírle comentar con excesiva pasión páginas de
historia de autores de gran fama, con cuyas teorías no parecía
estar muy conforme”. Se trabó una sincera amistad entre Asúa y
Escagedo. Lo testimonia este texto transcrito del primero: “Años
después él había escrito unas cosas y yo me había enfrascado en
asuntos de más empleo cuando apareció por mi casa una mañana y me
dijo que si él dispusiera de 600 pesetas sería feliz, porque con
ellas iría a Madrid y a Simancas y recorrería todos los archivos y
podía ver los manuscritos que le hacían falta, referentes a la
provincia de Santander. Le prometí buscárselas. Cuando vi en Madrid
a un amigo al que quiero con fraternal cariño y que, a pesar de sus
ocupaciones y de sus asuntos tiene tiempo para escribir obras
interesantísimas, le dije: “Un amigo mío, al que conoces, tiene
necesidad, para trabajar en favor de Santander y de su historia, de
buscarse unas 600 pesetas”. Abrió la cartera y me dijo: “Coge lo
que quieras”. Cogí mil, pensando que con 600 no podría vivir más
de un mes, y le dije: “Ya te iré diciendo como se las gasta”.
A
los quince días llegaba Escagedo a Madrid, a casa de Asúa. Este
trató de darle las mil pesetas prestadas por el amigo. Escagedo no
las quiso coger, tomó tan solo cien y le pidió que guardara el
resto. “Con cien pesetas tengo para los gastos de ahora”. Salió
contento y agradecido de aquella casa, prometiendo que cuanto se le
había dado lo emplearía en escribir de Santander. Cuando volvió a
recoger las segundas cien pesetas ya le habían buscado una
habitación del edificio de la Academia de Historia.
Su
vida en Madrid era austera; se levantaba a las seis de la mañana a
decir misa en un oratorio, por lo que le daban cuatro pesetas. Desde
allí se iba a la Biblioteca Nacional hurgando en manuscritos, hasta
que cerraban la puerta, a la una del mediodía. Se tomaba luego un
bocadillo y volvía a la sección de manuscritos. Hasta las seis de
la tarde, en que se cerraba aquel servicio. De allí se iba a la
biblioteca de la Academia de Historia para visitar luego el ateneo,
en la calle del Prado. Y cuando cerraba las puertas la docta casa se
retiraba a la suya a descansar. “Jamás -dice su biógrafo-, jamás,
se le ocurrió entrar en un teatro o en un cine; su pensamiento no se
apartaba de Santander para que su historia apareciera envuelta en
aplausos y honores…”.
Y
hay otro párrafo de la vida del historiador camargués que recoge
una anécdota significativa: “El día que Escagedo marchó a
Santander, pasando por
Simancas, vino a verme-cuenta Asúa-, y,
al coger lo que le quedaba de las mil pesetas que había pedido para
él, le ofrecí más, por si lo necesitaba: “No necesito más -me
dijo-. Me has hecho feliz, porque llevo mi maleta abarrotada de
apuntes y tengo cuanto podía apetecer. Y para su tranquilidad -me
añadió en tono zumbón- me llevo una sotana nueva, pues la que
tenía estaba en tal estado que una vez en vuestra casa de El
Astillero me dijo uno que debía ser hermano tuyo, que yo siempre
sería la lámpara viva del Señor … Y tenía razón, porque el más
pobre no lo hubiera aceptado”
Queda
entonces hecho el retrato vivo de este personaje singular, a quien se
debe el reconocimiento oficial y del que sólo con citar su obra
habremos hecho el mejor elogio: nada menos que ocho tomos de más de
350 páginas cada uno de la “Historia de los hijos de la Montaña
santanderina” recogen el fruto de todo este intenso trabajo
investigador dentro y fuera de nuestra provincia, títulos como
“Estudios de historia montañesa”, “Monte Corbán”, “la
casa de la Vega, Behetrías” y “Pleito de los valles”, “Vida
monástica y religiosa en la Montaña”, “Importancia de los
estudios históricos y genealógicos”, “Cien montañeses
ilustres”, “Costumbres pastoriles cántabro-montañesas”,
“Nobleza del valle de Peñamelleara”, “Centralismo y
regionalismo”, “San Vicente de la Barquera (notas históricas)”,
“Informe y memoria del señor Escagedo”, “Crónica de la
provincia de Santander”, “El Real Valle de Cabuérniga”,
“Castro Urdiales es y fue montañés”, “Colección diplomática
(A. Santillana)” y “Abadía de Santillana”, con “Solares
montañeses”…
Don
Mateo fue miembro del Centro de Estudios Montañeses, de la Sociedad
Menéndez Pelayo, catedrático de Historia de España, Latín y
Geografía en el seminario de Corbán, correspondiente, entre otras,
de la Real Academia de la Historia y cronista de Santander.
Murió
en noviembre de 1934."
Simancas, vino a verme-cuenta Asúa-, y, al coger lo que le quedaba de las mil pesetas que había pedido para él, le ofrecí más, por si lo necesitaba: “No necesito más -me dijo-. Me has hecho feliz, porque llevo mi maleta abarrotada de apuntes y tengo cuanto podía apetecer. Y para su tranquilidad -me añadió en tono zumbón- me llevo una sotana nueva, pues la que tenía estaba en tal estado que una vez en vuestra casa de El Astillero me dijo uno que debía ser hermano tuyo, que yo siempre sería la lámpara viva del Señor … Y tenía razón, porque el más pobre no lo hubiera aceptado”
Don Blas María de Barreda y Horcasitas (1783-1836)
Notabilísimo genealogista. Reunió en su casa de Santillana una magnífica biblioteca.
Nació don Blas María en Santillana del Mar, el 8 de marzo de 1783.
Correspondiente de la Real Academia de la Historia, alférez mayor y regidor perpetuo de la villa y valle de Cabezón de la Sal, como señor de la casa de Cos. Pariente mayor de las casas y mayorazgos de Barreda de la Plaza, Barreda Bracho, Barreda Polanco y Barreda Estrada, señor de las casas de Peredo y Herrera y de las de Horcasitas Montano Salazar y Quintana en las Encartaciones.
Pasó los primeros años en Burgos al cuidado de su abuelo materno don José Antonio de Horcasitas, caballero de Calatrava y del Supremo Consejo de Guerra y a la sazón Intendente General de la provincia, hasta que muerto éste en 1794 volvió a Santillana, en donde estuvo hasta el fallecimiento de su madre doña María Margarita de Horcasitas, ocurrido en Comillas el 27 de febrero de 1806. Luego marchó a Vizcaya a posesionarse de las casas y vínculos de esta señora, que como a hijo mayor le pertenecían.
En 22 de agosto de 1815 casó con doña María Concepción de Larreta, descendiente de la casa de Larreta-Acelain, del lugar de Soravilla (Guipúzcoa) y tuvo a don Joaquín María de Barreda, que dio su mano a doña Gumersinda de Mena, marquesa de Robledo de Chavela y condesa de Casa-Mena, de quien tuvo a don Leopoldo de Barreda y Mena, que casó con doña María del Carmen de Fuentes y la Peña y tuvo por hija única a doña María de Barreda y Fuentes, marquesa de Robledo de Chavela, condesa de Casa-Mena, que dio su mano a don Joaquín de Pedro y Urbano, nacido en Valencia, marqués de Benamejís de Sistallo, Grande de España, Gentil-hombre de Cámara con ejercicio y servidumbre. Son sus hijas doña Blanca, doña Ángeles, doña Laura y doña Mercedes de Pedro y Barreda.
Fue don Blas María de Barreda peritísimo paleógrafo y registró con paciencia benedictina los archivos de las casas nobles de la montaña en la época en que aún se conservaban las vinculaciones. La obra maestra de Barreda y Horcasitas fue la: “Historia Genealógica de la casa de Barreda y de las de Horcasitas, Peredo, Cos, Herrera y Montano Salazar reunidas a ella y justificada con documentos auténticos. Por Don Blas María de Barreda y Horcasitas, su actual poseedor”. Al final lleva esta fecha: “Santillana a 29 de Septiembre de 1833” y la firma del autor. Tardó éste en hacer este trabajo veinticinco años. Se conserva manuscrito en la biblioteca de sus descendientes en Santillana. También escribió don Blas la “Vida de Santa Juliana, Virgen y Mártir. Patrona de la Villa de Santillana”. Un tomo m.s. en 4.º, 62 hojas. Contiene la vida de la Santa. A continuación de esta obra escribe sobre “los tres grandes pedazos de la Cruz de Jesucristo que se conservan en Santillana”. Nota al m.s. genealógico anteriormente citado, firmada en Santillana por don Leopoldo de Barreda, conde de Casa-Mena, a 7 de Noviembre de 1884. Ignoro dónde está esta Vida de Santa Juliana.
Descripción, armas y origen de la casa de Bracho en la Montaña. Manuscrito de Barreda, en la colección de Pedraja
El conde de Casa-Mena, don Leopoldo de Barreda, escribió: “Nobiliario de la Montaña, m.s. que no tiene importancia genealógica. En la segunda época de “La Tertulia” (1876) publicó: “Solares montañeses. 1. Solar de Villanueva de la Barca, págs. 156 a 160. II. La torre de Hoja Marta, págs.220-222. III. Los Agüeros, pgs. 308 a 316. La Pila de Agua bendita de la catedral de Santander, págs. 243 a 247.
“Conferencia acerca de la Genealogía Montañesa, leída por don Mateo Escagedo Salmón, el día 24 de abril de 1916 en el Ateneo de Santander.
“La biblioteca de D. Blas María de Barreda, donde se guardan parte de los libros impresos y manuscritos que fueron del Camarista Velasco y Ceballos, la poseen hoy sus descendientes los Excelentísimos señores Marqueses de Benamejís, Sistayo y Robledo de la Chavela, en su casa solariega de Santillana, donde yo, gracias a la amabilidad exquisita, a la cortesanía nunca bastante ponderada de sus simpáticos dueños, he podido consultar gran número de obras genealógicas; porque señores, en aquella mansión digna de príncipes se guarda la mejor biblioteca que en este género hay en la montaña. Allí existen manuscritas las genealogías que de los Velascos escribió el famoso camarista D. Fernando José de Velasco, inmenso infolio, más bien en preparación que terminado, pero que indica que D. Fernando pasó la mayor parte de su vida trabajando en archivos y bibliotecas.”
( SOLARES MONTAÑESES, TOMO I )




Saludos,
ResponderEliminarMateo Escagedo Salmón nació el 21 de diciembre 1880, en maliaño. Fue hijo de Diego Millán Escagedo Mier y Balbina Salmón Escagedo. Eran siete hermanos: Juan; Mateo; Patricio Félix (mi bisabuelo); Benita; Vicente Pedro; Fernando; y Gregorio Escagedo Salmón.
Eloy Escagedo Gutiérrez
Miami, Florida
Eloy, muchas gracias por aportar más datos de Mateo Escagedo Salmón. Siento contestar tan tarde. He corregido el título de la entrada y también he añadido más datos a don Mateo Escagedo Salmón y a don Blas María de Barreda y Horcasitas. Ángel (Lin el de Leonor)
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