En Oreña hay un tesoro enterrado
Pero
el pueblo carece de agua y ha de reunir a escote 750.000 pesetas para la traída
(Así titulaba ALERTA, el siguiente reportaje de Agapito DEPAS, a principio de la década de los setenta):
Capilla herreriana adosada al ábside de la Iglesia de San Pedro, de cara al mar |
“Desde la carretera general que cruza Oreña entre sus barrios extremos de
Viallán y Caborredondo, se contempla la nueva red de caminos que está trazando
Concentración Parcelaria cumpliendo una de sus misiones: facilitar servidumbre
directa a mieses y prados.
Caminos que forman como una tela de araña y que al evitar para lo sucesivo
el inconveniente de la forzada “prestación” de salidas y entradas, acercan al
viajero a la maravilla de su costa: Puerto Calderón, la famosa cueva “rempompeante”
y la interrogación de la “catedral subterránea” en Las Galeras de Torriente, mientras
en lo alto del paisaje, la torre de San Pedro, es marca pesquera y baliza en
las cartas marinas de la costa cantábrica.
Oreña, en estos días, acomete una obra de envergadura. Y necesaria. Su
alcalde pedáneo, don Paulino Calderón, nos informa:
CUATRO MIL PESETAS POR HOGAR
Nos reunimos los vecinos y estudiamos el problema del agua. El presupuesto
se eleva a un millón setecientas mil pesetas, de las que tres cuartos de millón
deberá ser aportado por la Junta, que al carecer de los fondos necesarios,
efectuó una derrama entre los vecinos interesados, correspondiendo cuatro mil
pesetas por hogar. El resto de este presupuesto será cubierto por el Plan de
Cooperación.
Así las cosas, los vecinos que colaboren, tendrán derecho a la conexión con
la red distribuidora; una vez reunamos la cantidad citada, sigue diciendo el
alcalde, y depositada en la Diputación, se efectuará la subasta oportuna, para
comenzar seguidamente.
En esencia ¿cuál es el plan previsto?
El manantial está en Rogeria y mediante una bomba será elevada el agua al
depósito general. Ello, supone la
satisfacción de una necesidad y al mismo tiempo que comodidad, aportará un
beneficio considerable a la ganadería, principalmente.
Estas son las manifestaciones del alcalde pedáneo, que acompañado por
componentes de su Junta, recorren estos días los hogares reuniendo el dinero
para efectuar el depósito previo.
LAS MISTERIOSAS MORCILLAS
Prosiguiendo el recorrido por Oreña, nos detenemos en San Roque “a reparar
fuerzas” y donde Toñin encontramos un nuevo tesoro, cierto esta vez; unas manos
habilidosas ponen a nuestro alcance las morcillas montañesas en toda su
esplendidez y ese chorizo casero, maravilla de maravillas, cuya confección
encierra un secreto tan profundo como el de la cueva de Cualventi, allá por el
Alto de Cildá, pro-indivisa entre Alfoz y Reocin –un nuevo San Benito de Quijas-Barcenaciones-,
frecuentada por espeleólogos y atesorando, se puede decir, pinturas rupestres.
No puedo decir, informa el mesonero,
de los ingredientes; es un secreto familiar.
El orégano, opinamos, tiene un sabor especial.
Lo traemos del sitio llamado El Setal. Acaso sea esa la razón del buen
sabor, comenta un poco marrullero.
Y por distraer nuestra curiosidad, nos lleva a otro terreno, al de un
tesoro escondido. Uno más de nuestra tierra, aunque el lugar de su
enterramiento, en este caso de Oreña, parece relativamente fácil encontrarlo.
EL TESORO ESCONDIDO
Al mediodía, dice nuestro informador, cuando el sol enfila la torre de San
Pedro desde determinada peña de Cildá, en su recorrido en línea recta, se
encontrará una piedra bajo la cual, se entierra el tesoro. Nadie sabe en qué
consiste y en la antigüedad, fueron muchos los que cavaron en su busca; es un
estipulado del pueblo.
Y como si buscásemos también el susodicho tesoro, apuramos con el pan los
últimos restos de morcilla en el plato. Brilla el fondo de este.
¿Cómo enjuicia la traída de agua un mesonero?, preguntamos.
Que por cuatro mil pesetas tendremos comodidad, responde Toñín, y, por
favor, nada de chistes fáciles, que las botellas vienen y las sirvo
precintadas.
¿Cuál es el elogio más cumplido que han recibido tus morcillas?
No lo entiendo, porque me lo dicen en verano los extranjeros que vienen a
Comillas. Las acaban todas y eso sí que lo entiendo.
Una vez de comerlas, también comprendemos nosotros la “gula” de los turistas".
Una vez de comerlas, también comprendemos nosotros la “gula” de los turistas".
Interesante artículo.
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