miércoles, 6 de marzo de 2024

La Obra San Martín, la herencia que dejó don Daniel

 

Junto con la atleta Lourdes Valdor, recibió, la noche del miércoles, el “Moisés de Oro”


La Obra San Martín, la herencia que dejó don Daniel

ORTIZ TERCILLA

    En la noche del pasado miércoles, y en La Taberna de Moisés. Fueron entregados los “Moisés de Oro” en el acto tradicional de este ya popular premio, que no por ser modesto es menos apreciado. Un reconocimiento con dos vertientes, una deportiva y otra social. Lourdes Valdor, atleta cántabra, y la Obra Benéfica San Martín, fueron los galardonados este año.

    Don Daniel García fue un sacerdote que tenía una fuerte personalidad, singular en sus acciones y constante en sus planteamientos. Don Daniel, fue un moderno San Francisco de Asís, que “tapó” con la capa de su caridad y de su entusiasmo y entrega, a muchos “desnudos” de bienes, llenos de hambre y de miseria. En todos lugares -decía- se puede servir al Señor, y don Daniel eligió el camino difícil, la senda ardua y dificultosa. Su incansable caminar no encontraba caminos angostos. No tenía fronteras, aunque su apostolado se centraba principalmente en el barrio de San Martín y sus aledaños.

    Siempre sabía dónde había un enfermo que necesitaba de ayuda, e igual se veía a don Daniel con su vieja sotana en una bodega de San Martín de Abajo, que en una guardilla en Canalejas o en una modesta vivienda en la calle Tetuán … También acudía a la calle Castelar, al Muelle.., pero por distintas razones. Cuántos serían los enfermos, con los que se pasaba las horas muertas hablando, a quienes, al marchar, dejaba bajo su almohada tres o cuatro duros para las medicinas que necesitaba. Cuántas ocasiones fueron las que dejó sobre la mesa, junto al vaso de vino que había compartido con su amigo enfermo, cinco o seis duros para que, aquel día al menos, pudieran comer los críos de la casa. Después visitaba a sus amigos pudientes, con quienes siempre se repetía la conversación y las peticiones para sus enfermos, para sus ancianos y ciertamente también, le respondían esos amigos, porque su ejemplo era auténtico.

    Recordamos aquellos pequeños tritones que junto al Marítimo, o junto al Palacete de las Obras del Puerto, se zambullían en el agua en busca de unas monedas que los paseantes arrojaban por las machinas al agua. Era una situación un tanto degradante y hasta humillante hacer que aquellas criaturas se vieran necesitadas de estar horas y horas en el agua luciendo sus vergüenzas en busca de unas monedas para llevar a casa. Se les podían contar los huesos y apreciar el hambre en sus rostros. Sus sonrisas se quebraban cuando salían del agua con la boca llena de monedas, pero sonreían después tras depositar su “tesoro” en las escalerillas. Un tesoro que, en algún caso, y después de comer un trozo de pan moreno y unos higos “pajareros” llenos de esparto, entregaba al cura don Daniel parte de su “pesca”. Eran ejemplos emocionantes. Una caridad compartida. Solidaridad, que se dice ahora.

    No cesaba en su empeño don Daniel y su obra iba creciendo y creciendo, pero las necesidades eran muchas. Creó con mucho esfuerzo y no menos entusiasmo, preventorios infantiles, como el ubicado en Potes, para llevar a ellos a muchos niños a quienes se arrancaba de la tuberculosis que les amenazaba al convivir junto a personas, que en aquellos años eran muchas, que pagaban el tributo de las calamidades pasada, al contraer la terrible enfermedad, en aquellos años casi insuperable.

    Don Daniel era rodeado por los chavales, allá donde le encontraran. Don Daniel, se sentía feliz charlando con los viejos pescadores de Puertochico, con las pescaderas de la calle Tetuán. Estaba siempre feliz entre su gente. ¡Hay mucho que hacer! Decía constantemente y con su ejemplo contagiaba y logró colaboradores estupendos. Hacía falta gente para organizar los proyectos, para coordinar acciones y creó el periódico “San Martín” y encontró eficaces colaboradores y se puede recordar después de muchos años, a Celestino Rodríguez, “Cerona”, a Francisco González, genial caricaturista, a Mariano Izábal, a Fernando G. Muriedas…”.

    Más tarde acometería la sensacional Obra San Martín, en Bellavista (Cueto) dedicada a los deficientes psíquicos, donde la labor supera todas las previsiones y esa labor asistencial fue, posiblemente como una llamada de atención a la sociedad y una bandera izada al viento para concienciar a muchas personas de que aquello, había necesidad de afrontarlo seriamente y hoy, por fortuna, hay instituciones y subvenciones para estos casos.

    La muerte de don Daniel dejó huérfanos, muchos, puesto que todos eran hijos espirituales del benemérito sacerdote. Por fortuna y porque la Obra lo demanda llegó a la dirección de la misma otro sacerdote que se entregaría y se entrega en cuerpo y alma … Don Miguel Manso, continúa aquel camino difícil pero congratulante de la caridad. “Todo lo que hagáis con ellos, lo haréis por Mí”. Sin duda un serio compromiso, que mantiene las constantes de trabajo y dedicación.

(DM/ Viernes, 24 de febrero de 1989)


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