jueves, 16 de noviembre de 2023

Un gran jugador de bolos.- Recuerdo de "Mero"

 

Baldomero González Ceballos ("Mero") Famoso jugador de bolos de gran destreza. Siempre obtuvo los mejores premios en los concursos en que tomó parte.

Un gran jugador de bolos.- Recuerdo de "Mero"

En los altos de Cildá vivía la tía Ignacia. Había allí un parador, donde se hospedaban muchos transeúntes.

Allí se celebra la renombrada romería de San Roque. Este punto es las cabeceras de Cerrazo, el pueblo natal de Mero, el gran jugador de bolos.

Desde estas cabeceras se domina al Norte Cóbreces. Ruiloba y Comillas y demás pueblos. Se ve muy bien al Seminario. Al Sur, Cerrazo. Villapresente, el Puente hasta Torrelavega y algo más. Al Este Oreña y toda la costa, hasta las cabeceras de Ubiarco, y al Oeste Rudagüera, Quijas y otros pueblos. En fin, es un punto que domina muchas leguas en contorno; punto delicioso a donde van muchos en verano a recrearse y gozar de aquellos aires tan sanos y al mismo tiempo a coger del campo la rica manzanilla que allí se cría, que es muy buena para entonar el estómago, bien sea cocida o en fusión.

De allí, cuando falleció la tía Ignacia, que era la dueña del parador, desapareció el establecimiento. Sólo se anima algo de aquello, el día de San Roque, con una gran romería.

Recordando los tiempos de aquellos afamados jugadores de Cerrazo, parece que vemos a aquel padre con sus tres hijos, aquel Mero, con toda la barba el de la cachaba; aquel héroe del juego de bolos, que con sus hijos se presentó en Santander en el circo ecuestre, hoy Plaza de Numancia, gran bolera para este fin; aquel que se llevó el laurel, primer premio y que a los tres días se presentó nuevamente en La Llama, Torrelavega, con sus tres hijos y que también triunfó llevándose el premio y que, terminado el concurso le fuimos a acompañar hasta el Puente de San Miguel y Villapresente con una orquesta de música, lanzando cohetes y celebrando la victoria obtenida.

Cuando pasábamos por Puente San Miguel, todos los vecinos salían a la carretera a esperar a la comitiva. Aunque era de noche, había centenares de personas para unirse a nosotros a fin de celebrar el triunfo. Quedaron muchos recuerdos de aquellos tiempos, que no volverán.

¡Qué jugadores aquellos de Cerrazo!... En la bolera de la Llama no había juego difícil para ellos. En todas las tiradas tuvieron algún emboque y hubo varias en las que sacaron dos en una sola y en cambio no daban un conejo o sea un dao como vulgarmente  se dice. ¡Qué seguridad pegando al primer bolo, igual a la mano que al pulgar; igual golpe encima a estacazo que golpe en tierra; a raya corta y entre bolos, segando después 5 o 6 bolos, que a un metro de larga y el emboque a escuadra a 0,50 o 0,60, dando cada estacazo que entusiasmaban al público y se venía abajo la plaza de aplausos, no de los torrelaveguenses, sino de sus partidarios.

Igual les daba la raya larga y recta y el emboque cerca de la pared; parecía que medían las bolas para sacar el emboque. No sé cómo se arreglaban.

En cuanto al tiro, les daba igual el que ponen en los concursos de estos tiempos, de 15 o 18 metros, que de 20 o  22, que próximamente tiene la bolera. Varias veces les vimos tirar del último tiro. A Mero le colgaban la galleta, pero las tiraba rodando y arreglaba y sacaba solo la parte del birle. ¡Qué jugadores aquellos; qué pulsos y qué serenos y qué bien amaestrados los tenía el amigo Mero! ¡Qué satisfacción para un padre obtener aquéllas victorias! ¡Qué satisfacción para Mero!

Mero el de Cerrazo, nació en la Veguilla, un barrio del Puente San Miguel. Aún es el más puntual en los concursos, el que lleva las notas, el de la blanca y larga barba, el que tenía las contratas para jugar a los bolos como los diestros a las suyas. Salía de casa a cumplir sus compromisos y tardaba a lo mejor quince o veinte días en regresar a su domicilio. Es conocido por toda la provincia. Para cumplir aquellos compromisos utilizaba en sus viajes un borriquito que tenía bien amaestrado. Tan es así, que cuando regresaba, al entrar en el pueblo, fuera de día o de noche, fuera la hora que fuere, siempre al llegar a la entrada del pueblo y en el mismo sitio, echaba una petenera anunciando su llegada.

A este borriquito no le faltaba más que hablar. Tenía por nombre “Serrano” y con frecuencia le daba Mero sus piedras de azúcar y hasta aguardiente muchas veces. No quedaba feria ni romería que no recorría.

Mero es el héroe del juego de los bolos; el que mejor cartel tenía en la provincia; el que igual jugaba una merienda que las entradas de los toros, a los que fue muy aficionado, que siete doblones,  que dos o tres mil reales, que cincuenta napoleones. De esto pueden decir algo Gervasio Enguita o la Norberta que lo presenciaban en el Reenganche, y si viviera la tía Ignacia también podría dar fe de ello.

Este es, pues, Mero, el de la cachava, el de la blanca y larga barba, el que más puntual en los certámenes para llevar notas en su libreta de los bolos, emboques, quedas y conejos y apreciar los que quedan campeones.

¡Bien dirigida pero corta! ¡Una palabra más!

Mero, con sus hijos Félix, Antolín y Eulogio, fue durante años y años, el verdadero campeón de las boleras montañesas.

UN JUGADOR DE CERRAZO”

LA MONTAÑA/HABANA 3 DE ABRIL DE 1920 (Envía B. Bielva)


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