jueves, 10 de julio de 2025

Don Daniel García González, director de la "Obra San Martín", año 1958

 

Reverendo don Daniel García González (foto DM)

Don Daniel García González, director de la “Obra San Martín”, se formó en el seminario de Monte Corbán

Su apostolado, extenso y fecundo en el orden de la enseñanza de los pobres y la preventorial infantil antituberculosa


De Cómo el Seminario devuelve al pueblo, con creces, cuanto éste le da

Un reportaje de PERTINAX

    Huelga toda presentación, lector. Está elegido el entrevistado de hoy, con todo el propósito. Un sacerdote popular, hondamente popular en la ciudad y en la provincia entera. Un apóstol de la Caridad para con los prójimos y los humildes. Con decir: el reverendo don Daniel García González, director de la “Obra Benéfica San Martín”, está dicho todo. O, como vulgarmente le conocen en todos los sitios, por  “DON DANIEL”. Es decir, don Daniel, por antonomasia.

    Los dos Preventorios en funcionamiento, “Villa Junco” en Santander y el de la “Santa Cruz” en Potes. Otro en construcción en el Sardinero, de traza y disposición modernista. Todo en favor de los hijos de los obreros y obreras montañeses. Una escuela de Instrucción en el barrio de San Martín, en Canalejas, con trescientos alumnos todos de posición modestísima, a quienes se les da instrucción y asistencia en todos los órdenes. Desde enseñarles las primeras letras y rudimentos del saber humano, hasta prepararles a ser útiles a la sociedad, a sus familias y a sí mismos.

    Todos salen demandados por industrias, casas de comercio, empresas o profesionales que necesitan empleados y trabajadores. Y continúan en la Obra del antiguo alumnado como una prolongación de la asistencia de la formación e instrucción.

    En fin: una familia larga y dilatadísima tiene don Daniel a través de sus veinte años de actuación en el campo social.

    No, es este el lugar ni la oportunidad de ponderar la importancia de la “Obra San Martín”, sino, exclusivamente señalar que la popularidad y raigambre de la figura del sacerdote don Daniel García ha tenido su origen, su germen, su principio en los años en que, como otros muchos jóvenes hoy, los sacerdotes futuros, estudiaba en el Seminario Conciliar de Monte Corbán.

    Porque don Daniel García fue seminarista en Monte Corbán y allá hizo toda su carrera eclesiástica.

    Nada más a propósito para recordar lo que ayer mismo nos decía el excelentísimo señor Obispo Auxiliar, doctor don Doroteo Fernández y Fernández. Lo que hoy se pide a los montañeses ante el día del Seminario no es más que un anticipo, como nos decía el Prelado, para devolverlo con creces. Porque Dios Nuestro Señor, en su generosidad, devuelve el ciento por uno.

    ¿Qué no ha devuelto al pueblo humilde y trabajador el sacerdote don Daniel García, al transcurso de los años de su apostolado?

    Es el momento en que la sociedad se encoge de hombros ante los trascendentales y tristes problemas, cuando surge el sacerdote. Aquel que en un tiempo fue seminarista. Y hoy es ministro del Señor, entregado en su totalidad por amor a sus prójimos necesitados.

    Cuando cae enfermo un trabajador o una trabajadora, ingresa perfectamente atendido por las instituciones del Estado, en un sanatorio Antituberculoso. Pero quedan siempre o casi siempre los niños y las niñas pequeños, con peligro de contagio. Entonces, cuando el problema de los pequeños parece insoluble, surge el otro Cristo, el sacerdote que recoge a sus pequeñuelos con la sea garantía y promesa de Aquél que dijo:

    -Ni un vaso de agua dado en mi nombre quedará sin recompensa.

    El mundo y la sociedad no entienden, no suelen entender el lenguaje. Los sacerdotes, sí. Lo entienden. Y lo que vale más aún, obra de acuerdo con tal comprensión.

    Don Daniel recoge la prole infantil de los enfermos y se los lleva a sus instituciones preventoriales, donde encuentran, sin contraprestación alguna, gratuitamente, lecho sano, confortable, alegre y un hogar con mesa suficiente, instrucción escolar y formación religioso moral.

    Cuando nos hemos dirigido a don Daniel para hacerle partícipe de nuestro propósito de hablar de él y de su “Obra” en el periódico, para la campaña del Día del Seminario, sus contestaciones han sido éstas:

    -¿De mi? Nada. Busca a otro. Yo no. Todo el mundo sabe ya lo que queremos hacer y lo que estamos haciendo.

    Y es que este popular sacerdote, esta remembranza viva del Padre Apolinar, que todo lo dedica al servicio del prójimo, su persona y su tiempo, es bien parco en hablar y muy largo en hacer.

    Ahí está, subiendo como la espuma, la obra del nuevo Preventorio Antituberculoso infantil del Sardinero (Cueto), cuya primera piedra se colocó en los días iniciales del mes de septiembre de 1957.

    Ninguna prueba más concluyente de cuanto el seminario devuelve al pueblo con una generosidad que imita la generosidad divina. Cada apóstol, cada sacerdote en él formado, es y puede ser toda una fuente inagotable de obras asistenciales y benéficas para el prójimo desvalido, para la sociedad necesitada.

    Muy puesta en punto la afirmación de nuestro Prelado Auxiliar, que recogíamos ayer mismo en nuestras columnas. Piden algo de cariño y de comprensión los que todo lo dan; su juventud, sus facultades, su vida y su posible porvenir material en actividades mundanas, por dedicarse al servicio del prójimo.

    Don Daniel, que fue seminarista en Monte Corbán, lo ha dado todo y sigue dándolo todo a sus prójimos. De igual forma que él, en los puntos donde les designa la obediencia a sus Prelados, lo dan todo, también todos los sacerdotes, desde que se consagran al apostolado tras la ordenación.

    Así lo dan los sacerdotes y así lo da todo, también el seminario de Monte Corbán, que forma los dedicados al apostolado en todos los ámbitos de nuestra Montaña.

    Nada más concluyente. La popularidad de don Daniel tiene unas raíces y una expresión de consecuencia práctica. Que sepamos sacarlas todas los montañeses en el Día del Seminario

DM/ viernes, 11 de marzo de 1958


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