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Reverendo don Daniel García González (foto DM) |
Don Daniel García González, director de la “Obra San Martín”,
se formó en el seminario de Monte Corbán
Su apostolado,
extenso y fecundo en el orden de la enseñanza de los pobres y la
preventorial infantil antituberculosa
De Cómo el
Seminario devuelve al pueblo, con creces, cuanto éste le da
Un reportaje de
PERTINAX
Huelga toda
presentación, lector. Está elegido el entrevistado de hoy, con todo
el propósito. Un sacerdote popular, hondamente popular en la ciudad
y en la provincia entera. Un apóstol de la Caridad para con los
prójimos y los humildes. Con decir: el reverendo don Daniel García
González, director de la “Obra Benéfica San Martín”, está
dicho todo. O, como vulgarmente le conocen en todos los sitios, por “DON DANIEL”. Es decir, don Daniel, por antonomasia.
Los dos Preventorios
en funcionamiento, “Villa Junco” en Santander y el de la “Santa
Cruz” en Potes. Otro en construcción en el Sardinero, de traza y
disposición modernista. Todo en favor de los hijos de los obreros y
obreras montañeses. Una escuela de Instrucción en el barrio de San
Martín, en Canalejas, con trescientos alumnos todos de posición
modestísima, a quienes se les da instrucción y asistencia en todos
los órdenes. Desde enseñarles las primeras letras y rudimentos del
saber humano, hasta prepararles a ser útiles a la sociedad, a sus
familias y a sí mismos.
Todos salen
demandados por industrias, casas de comercio, empresas o
profesionales que necesitan empleados y trabajadores. Y continúan en
la Obra del antiguo alumnado como una prolongación de la asistencia
de la formación e instrucción.
En fin: una familia
larga y dilatadísima tiene don Daniel a través de sus veinte años
de actuación en el campo social.
No, es este el lugar
ni la oportunidad de ponderar la importancia de la “Obra San
Martín”, sino, exclusivamente señalar que la popularidad y
raigambre de la figura del sacerdote don Daniel García ha tenido su
origen, su germen, su principio en los años en que, como otros
muchos jóvenes hoy, los sacerdotes futuros, estudiaba en el
Seminario Conciliar de Monte Corbán.
Porque don Daniel
García fue seminarista en Monte Corbán y allá hizo toda su carrera
eclesiástica.
Nada más a
propósito para recordar lo que ayer mismo nos decía el
excelentísimo señor Obispo Auxiliar, doctor don Doroteo Fernández
y Fernández. Lo que hoy se pide a los montañeses ante el día del
Seminario no es más que un anticipo, como nos decía el Prelado,
para devolverlo con creces. Porque Dios Nuestro Señor, en su
generosidad, devuelve el ciento por uno.
¿Qué no ha
devuelto al pueblo humilde y trabajador el sacerdote don Daniel
García, al transcurso de los años de su apostolado?
Es el momento en que
la sociedad se encoge de hombros ante los trascendentales y tristes
problemas, cuando surge el sacerdote. Aquel que en un tiempo fue
seminarista. Y hoy es ministro del Señor, entregado en su totalidad
por amor a sus prójimos necesitados.
Cuando cae enfermo
un trabajador o una trabajadora, ingresa perfectamente atendido por
las instituciones del Estado, en un sanatorio Antituberculoso. Pero
quedan siempre o casi siempre los niños y las niñas pequeños, con
peligro de contagio. Entonces, cuando el problema de los pequeños
parece insoluble, surge el otro Cristo, el sacerdote que recoge a sus
pequeñuelos con la sea garantía y promesa de Aquél que dijo:
-Ni un vaso de agua
dado en mi nombre quedará sin recompensa.
El mundo y la
sociedad no entienden, no suelen entender el lenguaje. Los
sacerdotes, sí. Lo entienden. Y lo que vale más aún, obra de
acuerdo con tal comprensión.
Don Daniel recoge la
prole infantil de los enfermos y se los lleva a sus instituciones
preventoriales, donde encuentran, sin contraprestación alguna,
gratuitamente, lecho sano, confortable, alegre y un hogar con mesa
suficiente, instrucción escolar y formación religioso moral.
Cuando nos hemos
dirigido a don Daniel para hacerle partícipe de nuestro propósito
de hablar de él y de su “Obra” en el periódico, para la campaña
del Día del Seminario, sus contestaciones han sido éstas:
-¿De mi? Nada.
Busca a otro. Yo no. Todo el mundo sabe ya lo que queremos hacer y lo
que estamos haciendo.
Y es que este
popular sacerdote, esta remembranza viva del Padre Apolinar, que todo
lo dedica al servicio del prójimo, su persona y su tiempo, es bien
parco en hablar y muy largo en hacer.
Ahí está, subiendo
como la espuma, la obra del nuevo Preventorio Antituberculoso
infantil del Sardinero (Cueto), cuya primera piedra se colocó en los
días iniciales del mes de septiembre de 1957.
Ninguna prueba más
concluyente de cuanto el seminario devuelve al pueblo con una
generosidad que imita la generosidad divina. Cada apóstol, cada
sacerdote en él formado, es y puede ser toda una fuente inagotable
de obras asistenciales y benéficas para el prójimo desvalido, para
la sociedad necesitada.
Muy puesta en punto
la afirmación de nuestro Prelado Auxiliar, que recogíamos ayer
mismo en nuestras columnas. Piden algo de cariño y de comprensión
los que todo lo dan; su juventud, sus facultades, su vida y su
posible porvenir material en actividades mundanas, por dedicarse al
servicio del prójimo.
Don Daniel, que fue
seminarista en Monte Corbán, lo ha dado todo y sigue dándolo todo a
sus prójimos. De igual forma que él, en los puntos donde les
designa la obediencia a sus Prelados, lo dan todo, también todos los
sacerdotes, desde que se consagran al apostolado tras la ordenación.
Así lo dan los
sacerdotes y así lo da todo, también el seminario de Monte Corbán,
que forma los dedicados al apostolado en todos los ámbitos de
nuestra Montaña.
Nada más
concluyente. La popularidad de don Daniel tiene unas raíces y una
expresión de consecuencia práctica. Que sepamos sacarlas todas los
montañeses en el Día del Seminario
DM/ viernes, 11 de
marzo de 1958
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